20 de abril de 2024
Ánimas
21 de mayo de 2022
El que ríe último...
Hiciste de nuevo esa sonrisa tan tuya, como si todo lo arreglara. La de esa noche que nos conocimos, después de decirme que te gustaban Los Piojos, igual que a mí. La que repetiste cuando te conté que vivía cerca del bar, aquella noche que me invitaste a salir por primera vez. Recuerdo que después de unos vinitos me confesaste que hacía tiempo que me venías stalkeando en las redes, que "qué loco que justo teníamos amigos en común".
Era una sonrisa de costado, como cómplice y algo demencial. Con los años parecía más bien la del Guasón. Al mes de conocernos ya nos fuimos a vivir juntos y ¿te acordás esa tarde que caí de sorpresa en tu oficina? Estabas nervioso e hiciste todo lo posible para convencerme que vayamos a almorzar. Eran las tres de la tarde y terminamos comiendo un chori en la Costanera. Y de nuevo con esa sonrisa te arrodillaste y me propusiste casamiento. Te dije que era muy pronto, y así zafaste. Nunca más hubo tal compromiso.
Pasaron los meses, perdiste el trabajo de un día para el otro y te la pasabas en casa jugando a la Play. Yo seguía trabajando full time y así nos mantuvimos por años. Te mantuve. Al principio me esperabas con la cena hasta que un día te enojaste porque llegué tarde, y fue tu excusa para no hacerlo más. Esa vez, también con tu sonrisa, insinuaste que te estaba engañando con Rubén, quien era en ese entonces mi jefe, lo que por supuesto negué porque, sabés, que no era verdad. Tiempo después iba a enterarme que te echaron por cogerte a tu jefa casada.
Con la sonrisa marcada empezaste a insultarme y humillarme, pero no me daba cuenta. Un día me decías que era una puta por cómo me vestía, otro que no servía para nada, que me usaban. "No te das cuenta nena que no valés nada, solo te la quieren poner". Yo lo atribuía a tu depresión crónica que te mantenía pegado al sillón, sucio y desprolijo. Pobre... Pero hoy creo que hasta lo disfrutabas porque en esos momentos de desprecio absoluto aparecía tu sonrisita maltratadora, de machirulo.
Cuando estaba todo muy mal llegó Antón a nuestras vidas, fruto de un acto sin amor que entendí más tarde que era también una violación. Durante el embarazo nos tuviste piedad y descargaste tu furia con minitas en las redes. Lo sé por esa vez que te hiciste el padre amoroso y me prestaste tu celular para llamar a mis viejos. Cientos de mensajes con desconocidas que alimentaban tu hombría. Pobre tipo, pensé, pero seguí adelante porque prioricé nuestra familia.
Antón creció y con él tus ausencias. Dicen que lo que no te mata te fortalece y en esas noches en vela, en tus regresos borracho y desapariciones temporales me hice más fuerte. Con los años comprendí que ni siquiera fue casualidad conocernos, sino que yo había sido una apuesta y vos me habías conquistado solo para ganarte unos mangos. Así fue que te acercaste a mis amigas para llegar a mí. Averiguaste todo para enamorarme. Fingiste para que sea casual, el destino. Pero fue una puesta en escena.
Esa sonrisita tuya nos trajo hoy hasta acá, ¿sabés?. Después de todo, es tu culpa. Ya no me importás porque nuestra familia es (y siempre lo fue) de dos. Quería que sepas todo esto antes de que te pegue un tiro y desaparezcas para siempre.
La guerra de nuestros mundos
Nuestro amor vivió y murió en la clandestinidad y a la distancia, una línea siempre nos separaba. Esta cualidad de nuestra unión la hacía aún más atractiva.
Amor quizás nos quedaba grande. Éramos más bien dos personas aburridas que se cruzaron en el lugar y el momento indicados.
Supimos lidiar con esa grieta inquebrantable durante tres meses, hasta que no me aguanté más y esa tarde la besé. Y desde entonces todo cambió.
En el instante siguiente a ese beso, permaneció por un instante mirándome fijo, de frente, del otro lado de la línea que nos dividía. Descubrí por primera vez en su mirada un rasgo de desprecio, ese mismo que veía todos los días en las miradas de quienes viven de este lado conmigo.
Me dio asco y me aparté, enceguecido por una luz y un sonido muy fuertes lo colmaron todo. Y fue ahí que la perdí de vista.
El mundo, mi mundo, que había vivido por muchos años en la oscuridad volvió a renacer. Ya no hubo más noche.
Los niños y adolescentes nos pasábamos los días jugando en la calle, nadie más se molestó en ir a trabajar porque toda la comunidad funcionaba como una gran cooperativa, donde todo era de todos, nunca faltaba nada y no había motivos para lamentarse. Todo un pueblo resurgió, alegres por la llegada de una nueva era que prometía más y más felicidad.
Sin embargo, todas las tardes a las seis, yo iba a buscarla al lugar de siempre, donde antes había una línea que nos dividía pero que ya se había esfumado. Ahora éramos todos iguales. Hasta quería agradecerle, compartir con ella esta loca realidad que me hacía sentir muy feliz, tanto que me la pasaba sonriendo, a veces sin saber claramente por qué.
Todo lo que uno quería lo conseguía sin demasiado esfuerzo. Los adultos estaban siempre de buen humor, generalmente de fiesta. Con el tiempo, el intercambio de parejas era más frecuente y a nadie parecía molestarle.
Nosotros dejamos de ir a la escuela y hacíamos lo que teníamos ganas de hacer: jugar a la Play, estar con amigos, dormir. Pero yo no me olvidaba de ella, que era lo único que no podía tener. Fui a nuestra cita de la seis uno, dos, tres meses más, cada día.
Estaba con otras chicas, claro, pero ya hasta me resultaba aburrido y no podía enamorarme de ninguna porque si apenas lo consideraba, al día siguiente me enteraba que esa tarde iba a estar con un amigo mío, y al otro día con otro, y así hasta que esté con todos. Porque a ninguna mujer le interesaba tener una vida tradicional, convertirse en madre, esposa y ama de casa. Dejaron de tener hijos y el sexo se convirtió en la principal actividad, que muchas veces también era la moneda de cambio.
Compartían novios, maridos, amantes; se acostaban entre ellas; estaban en la búsqueda constante de nuevas experiencias con tal de hacer algo que las haga sentir vivas.
A mí me costaba cada vez más mantener la risa falsa mirando todo lo que pasaba a mi alrededor y me acordé de una conversación que tuve con Clara Celeste Luna una tarde de abril:
- ¿Te sentís bien?
- Siempre me siento bien. Soy feliz.
- ¿De verdad me decís? ¿Cómo es posible vivir así, estar siempre bien?
- No lo sé… Debe ser un estilo de vida.
Ni ella comprendía la causa de su felicidad.
Todo parecía perdido para mí, más allá de la ficción de felicidad que vivía, cuando la vi pasar, a lo lejos, difusa. Con su alma errante iba dibujando con los pies la línea que una vez nos separó. Con la mirada perdida, descalza, como flotando.
Me acerqué y le dije:
- Ahí estás… Te extraño… Vine todas las tardes a buscarte en estos meses y nunca apareciste. Te pienso todos los días y recuerdo lo que hablábamos… Y el beso…
Ella siguió caminando hasta que le grité:
¡Miráme!... Estoy desesperado por tenerte.
Apareció frente a mí, me miró fijo y me respondió:
- Cuidado con lo que deseás.
20 de mayo de 2022
Ocupante
Era jueves o domingo porque ese mediodía habíamos almorzado pastas. Igualmente, este será un detalle menor cuando les cuente lo que pasó ese día que cambió mi vida para siempre.
Terminamos de comer en la mesa del patio y nos quedamos de sobremesa hasta a eso de las tres de la tarde. Las visitas finalmente se fueron, dejando atrás demasiada vajilla sucia y desordenada, más de la que tenía ganas de lavar. Qué lindo recibir a la familia en casa, me dijiste, mientras veías que me desarmaba en una silla, esperando que el orden llegara solo. Asentí con la cabeza y te deslicé un ajá. Claro, total es fácil para vos.
Te sentaste a mirar a Boca en el sofá del living mientras yo tuve que tomar una decisión de vida o muerte: lavo o me tiro a dormir una siesta. Sin mucha resistencia, subí por las escaleras con pasos cansinos y me entregué a la cama como a nadie en el mundo. Me acosté boca abajo, en diagonal, colmando todo el espacio. Cerré los ojos y se me vino a la mente lo que había dejado sin hacer, las deudas a pagar, qué vamos a cenar y otras cuestiones rutinarias pero enseguida pude ver la playa de San Bernardo en invierno, cuando sólo hay perros vagabundeando en la arena, ruido de mar, la paz del atardecer, el abrigo que no cede al frío de la costa… Pasaron a lo sumo dos minutos cuando escuché el primer estallido.
Me desperté del susto. ¿Habrá sido un sueño? Afuera ya estaba oscuro. ¿Se nubló o será de noche?... Qué silencio… Qué raro que no se escucha siquiera la tele. Intento llamarte: ¿Amor? No me sale la voz.
Pruebo de nuevo. ¿Amor?, con tono impaciente, y no me escucho. Grito y no pasa nada. ¿Me habré quedado sorda? Otro estallido. No.
Ya está, voy a buscarte. Apenas amago a hacerlo, me quedo en el intento. Ni siquiera puedo voltear. Algo me lo impide. ¿Algo? Nerviosa, apenas puedo mover las articulaciones de los dedos. Sigo boca abajo, con la cabeza de costado, atravesando nuestra cama, hasta que siento su mano sobre la mía.
Me quedo quieta, pero mi respiración es galopante. Sé que no sos vos, así que callo y espero. Empieza a recorrer mi brazo derecho con su mano, acariciándome y manteniéndome cautiva. La cama se hunde, se habrá sentado, y cierro los ojos, como si de esa forma fuese a lograr que se vaya o mejor aún, desaparecer. Es mi mejor defensa.
Vos estás mirando a Boca y yo acá, dejándome tocar por este extraño, que ni siquiera sé si tiene cara, menos boca, si es hombre o mujer. No tiene sentido que grite y quiera escapar porque mi voz y mi cuerpo no me lo permiten. Ahora ya está encima mío, y sin dejar de acariciarme todo el cuerpo, siento su respiración caliente en mi nuca. No me atrevo a abrir los ojos, no quiero ver. Sólo espero que pase.
Pienso que quiero morirme en este preciso momento. Y vos seguís mirando a Boca.
De repente, un fuego se apodera de mí y por un instante, levito, me siento muy liviana hasta que me desintegro.
Impávida, abro los ojos y observo ese nuevo espacio que se revela ante mí, donde voy a pasar los años que restan. Aunque no tenga ese aspecto, sé que esa va a ser mi cárcel de por vida.
Nunca te enteraste que ese fue nuestro último almuerzo, el último plato de pastas; que no era yo con quien dormiste esa noche, las que siguieron y las que seguirán.
Estabas mirando a Boca y no lo pudiste ver. Pero yo, desde acá, aún te veo.
Dobles
Ellos existen pero nunca los vamos a conocer. Están en una realidad paralela que va a trasmano con esta, en la que suele suceder lo opuesto. Acá, lidiamos con nuestras miserias día a día. Allá, solo somos nuestra mejor versión.
Acá, fuimos esa noche al restaurante a cenar en familia, comimos y tomamos mucho. No nos percatamos que habíamos ido en auto y que las reacciones con alcohol en sangre son más lentas. Cuando atropellamos a esa familia, nos enteramos recién en el hospital, que el papá y la mamá estaban graves, y que los niños murieron. Allá, no salieron esa noche sino que pidieron pizza, tomaron Coca y miraron Netflix. Para la hora del accidente estaban dormidos, luego del acto de amor que gestó a Juan. Ya no iban a ser más dos sino tres.
Por acá, nosotros zafamos de ir presos gracias a un abogado que debía muchos favores a la familia y que se iría a cobrar tantos otros de por vida. Retomamos nuestra rutina al día siguiente, como si nada hubiese pasado pero en silencio sabíamos que íbamos a cargar con sus muertes para siempre. Allá, se enteraron que iban a ser padres y empezaron a diseñar el cuarto del bebé. Ambos conscientes de la vida que venía en camino se convirtieron en lectores empedernidos de libros de embarazo, Montessori y crianza respetuosa.
Acá, cada vez más trastornados a pesar de los largos años de terapia. Vos empezaste a verte con Mara, mi hermana y le agarraste el gusto a lo clandestino. No éramos más dos sino tres. Lo supe desde el principio pero me la banqué porque entendí que debía ser el precio que tenía que pagar por ser la cómplice de un asesino. Sí, sos un asesino.
Allá nació Juan y completaron esa familia feliz. Ese mismo día le comunicaron a la tía que también iba a ser madrina. Armaron tal equipo que fue fácil adaptarse a la nueva vida. La llegada del bebé los unió más como pareja, todo es una fiesta.
Acá, tratamos de no cruzarnos. Ninguno se anima a tomar la decisión pero lo nuestro terminó. Te zambulliste en los excesos, todos los que jamás imaginaste, lavando culpas quizás, pero no lo ibas a lograr. El otro día mientras te bañabas leí los mensajes que te seguís mandando con mi hermana, con la que me juraste que no ibas a verte más. No sé quién me duele más, si ella o vos. Esto ya no da para más, ¿o acaso vos cómo lo ves?
Allá, Juan ya camina por toda la casa. Ellos siguen de cerca su crecimiento, ambos trabajando desde casa, manejando sus horarios. Libres y felices, comprometidos en brindarle tiempo de calidad a su hijo, se turnan para jugar con él. Su madrina es una gran aliada en el día a día, en la que ambos confían y agradecen tener bien cerca.
Nosotros acá ya no existimos. En esta realidad hiciste todas hasta que por fin te metieron preso y no hubo abogado corrupto que te salve. Para mí fue un alivio porque creo que sino nunca nos hubiésemos separado. Yo traté de suicidarme tres veces y ahora escribo desde un centro de rehabilitación. La droga, creo, fue mi forma de escapar por un rato de la cárcel de mi mente. Nunca me voy a perdonar haber asesinado a esa familia, la que nunca tuve, la que nunca fuimos.
Ellos allá son, sin duda, resultado de mejores elecciones, la familia tipo de los cuentos con final feliz, nuestros dobles.
Y, sabélo, todos los tenemos y nunca los vamos a cruzar. Solo algunos pueden verlos en sueños...
Obituario
ESTEBAN QUITO
Falleció el 18 de agosto de 2021 a la edad de ochenta años en una paradoja del destino: se llevó puesto un banquito, cayó de cabeza y ya no la pudo contar.
Toda una vida deseando tener segundo nombre, soñaba cosas imposibles y las perseguía con una tenacidad implacable. Quería tocar el cielo con las manos y finalmente lo logró.
Amigo de todos, falluto con algunos, se hacía querer fácil. Tenía un corazón de oro, literal, pues años atrás se lo operaron y el mito decía que lo cosieron con hilos dorados. Sus latidos desde entonces eran más pausados y elegantes, podían percibirse claramente en la soledad de su departamento de San Telmo.
Hijo único, hace rato sin familiares vivos en el planeta, tampoco tuvo descendencia. Menos pareja. Sin embargo, siempre estaba acompañado. Cuando no era un vecino, eran las "chicas" de la esquina, los "pibes" del club (que fueron muriendo año a año), los de la nocturna (con quienes se rateaba el último año de estudiante hace unos meses nomás). O los borrachos del bar, esos del ritual de los viernes: moscato, pizza y fainá.
Malísimo en el fútbol, apenas entendía de qué iba el juego, pero igual se chamullaba a las viejas del Burako con anécdotas inventadas de sus años como jugador profesional que vivió en muchos países, conocedor del mundo y multimillonario.
A veces dudábamos si efectivamente lo fue pero bastaba con darle una pelota para confirmarlo. Esa magia del fulbito no se pierde si alguna vez la tuviste ni aunque pasen mil años. Y esa fortuna de la que alardeaba se esfumaba al ver ese pullovercito azul con pelotitas que llevaba puesto casi todos los días que gritaba "¡Soy pobre!"
Debemos reconocer que se hacía notar siempre, donde iba era "el distinto". A veces por esas historias locas de jugador de fútbol "a lo Messi'' y otras por su lenguaje extravagante. Hablaba una lengua que había creado él mismo pero que todos entendíamos y terminábamos aplicando sin querer. "Ale" le decía al que llegaba último a cualquier lugar sin importar como se llame; "¡Turú!" exclamaba entre carcajadas cuando algo era tan divertido que no podía parar de reír y "Monigote" llamaba a los hijos de todos.
"¿Cómo anda el monigote?" preguntaba a cada vecino que se cruzaba y sabía que los tenía. Porque no se le escapaba una...Bah, la pifiaba siempre con Gloria, que nunca pudo tener hijos e insistía en preguntarle por ellos. Se comió cada puteada… hasta la mismísima le dedicó una cuando se enteró de su muerte.
"Flor de hijo de puta" dijo por lo bajo pero escuchamos todos. "Mejor puta que santurrona" le respondería el viejo Quito. Lo jodimos tanto con lo del banquito que ya ni gracia tenía y es más bien hoy una desgracia.
La verdad la pasó lindo, la vivió, la descosió, hizo la suya siempre y se fue dejando una anécdota que nos va a matar de risa cada vez que la recordemos.
No habrá velatorio porque el viejo detestaba que lo lloremos. Ya lo cremamos y guardamos en una botella de vino, "del bueno", después de tomarlo, tal como él nos pidió.
QEPD
Que estés pasándola deslumbrante
13 de junio de 2021
Game over
Apenas entré sentí que ese iba a ser un gran día. Por primera vez la tarea me tocaba a mí. Limpiar hasta la última gota de sangre, como si nada hubiese pasado, aspirar al muerto y mandarlo al infinito por el tubo, poner el departamento en alquiler. De nuevo. Era fácil, ninguna ciencia.
El cuerpo estaba en la habitación, cruzado en la cama, boca abajo, como dormido. Era el primero que caía esa semana. Cada vez duraban menos, la sangre joven sumaba puntos muy rápido y los jugadores estaban insaciables. Acá el tiempo vuela. Quiero un rubito de ojos claros había dicho la Gran Dama y cayó este pobre pibe que cumplía con todos los requisitos. De unos veinte, alto, cuerpo atlético, toda la pinta.
Las jugadas eran eternas, desde el día uno que no lo dejó dormir. La Gran Dama estaba tan contenta con su adquisición que esa semana lo hizo atravesar más de cien pantallas. No lo dejaba dormir, apenas le hacía comer lo que necesitaba para ganar cada jugada, era su marioneta preferida.
El flaco llegó con una valija, jeans y camisita blanca, bien cheto, creyendo que se iba a ganar unos cuantos manguitos como taxi boy, pero no. Les pasa a todos estos eh, esos que creen que se las saben todas, que quieren escapar de sus vidas de mierda. Todos terminan así. La otra, la posta, es ser funcionales al sistema y hacer lo que nos dicen que hay que hacer.
Apagué todas las pantallas que anunciaban próximas jugadas y me imaginé a los jugadores expectantes por los nuevos muñequitos que llegarían a la semana para manipular. Con la promesa de un nuevo trabajo, o una nueva conquista con plata que los iba a mantener o el clásico "vas a ser famoso". Caían como moscas.
En el piso, las dopa desparramadas. ¿Habrá sido un intento desesperado de suicidio entre partidas? A veces pasaba, que se daban cuenta, pero les duraba un segundo. La dopa era de las drogas, la más letal. El departamento era un monoambiente y se sentía una jaula. Siempre me pregunté quien dejaría una vida en el campo para morir en esta cueva… bueno, claro, no lo sabían… ¿No lo sabían?
Dejé la alfombra impecable, cambié las sábanas, reuní todas sus cosas en el hall de entrada, al lado del cuerpo. En unos minutos, listo, todo se lo chupa el tubo. Le di la señal a Bebo, el reclutador, para que grabe el video de siempre y lo suba a las redes para que empiecen a llegar las postulaciones. Esta vez querían una mina. Que sea flaca, rubia y que le gusten los zapatos, dijo Wonder el Boy. Era zarpado ese. Le gustaba el sado y era medio perverso, si es que alguien lo puede ser a medias. Andá a saber qué le pintó ahora...
Cuando creí que ya estaba el trabajo terminado me llama el Lord. Casi le corto y menos mal que no sino no la contaba… Ajá… OK… Bien…Lo que digas Lord. Fui a buscar la valija con la ropa del muerto, que ahora iba a ser mía y luego descarté su cuerpo por el tubo. Me acosté en la cama boca abajo, cruzado, esperando instrucciones, simulando no tener vida. El comienzo era inevitable.
Ahora ocupo su lugar, la partida debe continuar, quedan muchas pantallas por delante. En fin, de eso se trata ser funcional al sistema.
9 de septiembre de 2019
Escribir como destino
Escribir no estaba en mis planes pero empezó a aparecer en sueños, de nuevo, "Compráte una vida", la que será mi primera novela (ponéle) que creo que hace unos diez años que tengo en la cabeza, que pensé, reformulé, tantas veces que ya ni recuerdo cómo surgió la idea original de que cualquiera pueda comprar la vida de un famoso que admira, y vivirla.
El tema es: ¿Y por dónde empiezo? Como si tuviera poco para hacer en el día a día, como si fuese tan fácil subirse a semejante viaje... Buscando algún post que me diga "es por acá la cosa" llegué al de Ceci Maugeri en el que se pregunta: ¿Para qué escribo? Y necesariamente me lo pregunté.
Así fue que recordé que escribo porque siempre fue mi mejor forma de expresarme. Me resulta fácil poner en palabras lo que me pasa, lo que siento, antes que decirlo. Hace unos años atrás no concebía mi vida sin escribir. Y concluí: Escribo porque en la escritura es donde me descubro auténtica.
Y esa declaración fue un baldazo de agua, que me vino al pelo un día como hoy, de esos en los que nos replanteamos todo y al que solo le falta la música depre de fondo. ¿Por qué me alejé tantos años de mi esencia?
Ni hablemos que toda la vida me han elogiado la escritura. Estudiando Periodismo me decía, quien también era Profesor de Letras, que yo ya estaba para trabajar, que qué hacía ahí estudiando. También en la primaria me elogiaban la letra. Era "la de la letra linda", que hacía todos los carteles del grado. Hasta la seño de mi hijo me dice hoy: "¡Qué linda letra tenés! Me da vergüenza responderte con la mía". Y los libros, siempre un refugio. Bastaba encerrarme dos horas en una librería para cambiar la cara a un día o situación difícil, o de hastío. Mi paso por Letras, un cuento publicado, la novela adolescente que escribí de chica de un amor de verano en la playa... ¿Dónde quedó todo eso?
En fin, un camino recorrido con las letras que quedó trunco pero al que siempre vuelvo me confirma que no hay dudas que "hay algo" entre nosotras. Una relación de amor-odio, como todas las que valen la pena.
24 de noviembre de 2018
(In)humano
3 de noviembre de 2018
(A)Normal
20 de octubre de 2018
(Des)Conectados
3 de diciembre de 2014
Yo, multitasker
Yo me siento multitasker. Soy una eterna aprendiz, cada nuevo conocimiento me enriquece. Sé claramente que no me va a alcanzar la vida para "ser" todas las personas que quiero "ser". Igual, no me resigno, y a diario soy un poco de todas en paralelo.
Pensé que era locura mía, pero no. En el camino voy conociendo más gente así, que hasta quizás hizo 2 o 3 carreras y que sigue aprendiendo. Admiro a esas personas.
Como ya saben (o todavía no) soy abogada y "minipymer". Además, saco fotos, encuaderno, escribo. Antes también bailé danzas árabes y próximamente seré periodista. Todas esas soy, en vivo y en directo, y también en sueños.
Esta noche soñé que me iba de feria con mis cuadernos todo un fin de semana; que como no podía estar uno de los dos días, me fue a cubrir mamá... que se vendían todos...
Me desperté pensando en los cuadernos y en todos los que me quedan por hacer para estas fiestas.