Un poco incentivada con las consignas que nos dan en el Programa de Narrativa online de Casas de Letras y otro tanto, porque la escritura me fluye, es parte de mi esencia.
Me cuesta atenerme a una consigna, pero hago el intento y creo que está saliendo bastante bien... o sea, me siento bien con lo que escribo. Sigo una línea, la de lo fantástico más que nada.
Estoy prestando atención también a lo que me rodea, aquello que me "provoca" escribir. Las clases de Dramaturgia que tomé con Mauricio Kartun tienen mucho que ver con esto, me abrieron la cabeza y la imaginación por ahí se fue volando.
Escribir es crear, y crear es un estado lúdico, mágico. Mi universo, mi refugio. Pruébenlo si todavía no lo han hecho.
Para terminar, les dejo el último cuento que escribí titulado "Ocupante".
Era
jueves o domingo porque ese mediodía habíamos almorzado pastas.
Igualmente, éste será un detalle menor cuando les cuente lo que pasó ese día que cambió mi vida para siempre.
Igualmente, éste será un detalle menor cuando les cuente lo que pasó ese día que cambió mi vida para siempre.
Terminamos
de comer en la mesa del patio (¿o en la de
la cocina?) y nos quedamos de sobremesa hasta a eso de las tres de la
tarde. Las visitas finalmente se fueron, dejando atrás demasiada vajilla sucia
y desprolija, más de la que tenía ganas de lavar. Qué lindo recibir a la
familia en casa, me dijiste, mientras me veías desarmándome en una silla,
esperando que el orden llegara solo. Asintiendo con la cabeza, te deslicé un
ajá. Claro, total es fácil para vos.
Te
sentaste a mirar a Boca en el sofá del living mientras yo tuve que tomar una
decisión de vida o muerte: lavo o me tiro
a dormir una siesta. Sin mucha resistencia, subí por las escaleras con
pasos cansinos y me entregué a la cama como a nadie en el mundo. Me acosté boca
abajo, en diagonal, colmando todo el espacio. Cerré los ojos y se me vino a la
mente lo que había dejado sin hacer, las deudas a pagar, qué vamos a cenar y otras cuestiones rutinarias pero enseguida vi
la playa de San Bernardo en invierno, cuando sólo hay perros vagabundeando en
la arena, ruido de mar, la paz del atardecer, el abrigo que no cede al frío de
la costa… Pasaron a lo sumo dos minutos cuando escuché el primer
estallido.
Me
desperté del susto. ¿Habrá sido un sueño?
Afuera ya estaba oscuro. ¿Se nubló o será
de noche?... Qué silencio… Qué raro que no se escucha siquiera la tele.
Intento llamarte: ¿Amor? No me sale
la voz.
Pruebo
de nuevo. ¿Amor?, con tono
impaciente, y no me escucho. Grito y no pasa nada. ¿Me habré quedado sorda? Otro estallido. No.
Ya está, voy a buscarte.
Apenas amago a hacerlo, me quedo en el intento. Ni siquiera puedo voltear. Algo
me lo impide. ¿Algo? Nerviosa, apenas
puedo mover las articulaciones de los dedos. Sigo boca abajo, con la cabeza de
costado, atravesando nuestra cama, hasta que siento su mano sobre la mía.
Me
quedo quieta, pero mi respiración es galopante. Sé que no sos vos, así que callo y espero. Empieza a recorrer mi
brazo derecho con su mano, acariciándome y manteniéndome cautiva. La cama se
hunde, se habrá sentado, y cierro los
ojos, como si de esa forma fuese a lograr que se vaya o mejor aún, desaparecer,
como si fuese un bebé. Es mi mejor defensa.
Vos
estás mirando a Boca y yo acá, dejándome tocar por este extraño, que ni
siquiera sé si tiene cara, menos boca, si es hombre o mujer. No tiene sentido
que grite y quiera escapar porque mi voz y mi cuerpo no me lo permiten. Ahora
ya está encima mío, y sin dejar de acariciarme todo el cuerpo, siento su
respiración caliente en mi nuca. No me atrevo a abrir los ojos, no quiero
ver. Sólo espero que pase.
Pienso
que quiero morirme en este preciso
momento. Y vos seguís mirando a Boca.
De
repente, un fuego se apodera de mí y por un instante, me ¿imagino? levitar, muy liviana hasta que me desintegro.
Impávida,
abro los ojos y observo ese nuevo espacio que se revela ante mí, donde voy a
pasar los años que restan. Aunque no tenga el aspecto, sé que esa va a ser mi
cárcel de por vida.
Nunca
te enteraste que ése fue nuestro último almuerzo, el último plato de
pastas; que no era yo con quien dormiste
esa noche, las que siguieron y las que seguirán. Estabas mirando a Boca y no lo pudiste ver.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario