Casi un mes después, pero aquí estoy. Sigo maquinando la novela en mi cabeza pero cuesta sentarse a escribir.
Igual, me asombra lo lejos que puede viajar mi imaginación. Estoy en constante proceso creativo.
Imagino los personajes: lo que piensan, lo que escuchan, cómo hablan, lo que anhelan, lo que lloran. Los "vivo". Algo que asimilé después de mi paso por la escritura teatral -que pronto retomaré- pero que me quedó grabado: escribir a partir de imágenes sensoriales.
Encarar un proyecto de escritura de esta forma me ayuda mucho a construir ese mundo paralelo al que me quiero (y los quiero) transportar, donde va a pasar de todo... Y cómo empezar sin conocerlo, no?
También, el hecho de trabajar con cada personaje desde su singularidad creo que los hace más verosímiles, al igual que el universo que los rodea.
Por otra parte, trato de registrar todas las locuras que pasan por mi cabeza a diario, que luego podré tomar o no para mis historias. En esta tarea, el Diario del Proyecto que sugirió Valeria Iglesias en el taller "El living" en el que participo, me vino justo. Consiste en hacer cada día una entrada con lo que haya pensado para la novela, que puede ser desde "Nada" hasta "Vi una película que..." o "Escuché una conversación en el bondi que..." y vaya a saber uno cuántas cosas más.
Viniendo de mí, posiblemente más de una vez escriba que me crucé con uno de mis personajes por la calle y pensarán que estoy loca. Bueno, capaz lo esté, pero son cosas que pasan.
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